11 de Junio de 2020

Conocé el secreto mejor escondido del corazón del país: Rincón del Río, nueva Área de Alto Valor de Conservación de Montes del Plata

Paraíso de las aves, hogar de seis ecosistemas diferentes y refugio de algunos de los hábitats más raros y amenazados del Uruguay, Rincón del Río cuenta ahora con un nuevo estatus de protección.

La vegetación es tan espesa que hay que entrar agachado, abriéndose paso entre la exuberancia de las especies que prosperan gracias a la humedad y el calor. Con el agua por las rodillas y un lecho blando que atrapa las botas, el visitante gana terreno en un mundo nuevo, insospechado si se observa el bosque desde afuera. Helechos arborescentes se inclinan con gracia y compiten por espacio con las citronellas, las palmeras pindó, los árboles en los que cuelgan barbas de viejo, las calagualas y otras plantas que crecen a gusto en ese ambiente subtropical, mucho más a gusto que el visitante acostumbrado a caminar entre praderas.

No está solo. El graznido nervioso de un loro maracaná, posado a unos metros de altura, lo delata. Más adentro, si tiene suerte, podrá toparse con un ciervo guazubirá, algún tatú, quizá el zorro de monte. Si es muy afortunado (y silencioso), verá un gato montés o una rarísima especie de roedor de la que ya habrá tiempo de hablar.

La descripción parece salida de las páginas de El mundo perdido, de Arthur Conan Doyle, con esos paisajes selváticos que el escritor escocés imaginaba como prehistóricos, pero no hay que recurrir a la ficción o a un largo viaje para descubrir a qué sitio corresponde: a uno de los bosques pantanosos de Rincón del Río, un paraje ubicado en el corazón del país, al borde del río Negro en Durazno. 

Alguna vez en propiedad de los Arbiza, familia con campos en la zona, Rincón del Río pertenece ahora a Montes del Plata, que en 2011 comenzó a evaluarla como parte de un proceso de identificación de las áreas con valor de conservación dentro de sus tierras.  Para ello, llegó a un acuerdo con el Grupo Biodiversidad y Ecología de la Conservación de la Facultad de Ciencias, que desde hace años explora el territorio en busca de áreas con riqueza de ecosistemas y biodiversidad cuya conservación sea de importancia para el país.

Rincón del Río es una de ellas, especialmente notable gracias a una serie de peculiaridades identificadas por un grupo de investigadores integrado por los biólogos Alejandro Brazeiro (doctor en ecología), Federico Haretche (botánico), Alexandra Cravino (mastozoología) y Pablo Fernández (ornitología).  En base al trabajo de esta cuadrilla de expertos, la empresa la designó recientemente como Área de Alto Valor de Conservación (la sexta dentro de las tierras que posee Montes del Plata), lo que permitirá conservarla y monitorearla en forma más estricta.

Los bosques pantanosos no son el único tesoro escondido en sus 430 hectáreas, aunque sin dudas merecen un capítulo aparte. “Es una muestra de un paisaje muy heterogéneo: hay praderas medias, praderas bajas muy verdes, bosques ribereños, arenales, bosques de parque y hábitats muy raros y amenazados en Uruguay como estos bosques pantanosos, que no he visto dentro de las áreas protegidas. Se ve una biodiversidad impresionante y en muy buen estado de conservación”, explica Brazeiro. 

El ingeniero y máster en Medio Ambiente Horacio Giordano, coordinador de Medio Ambiente de Montes del Plata, lo define en forma muy gráfica: “Empezás a caminar sobre una pradera en una punta del campo y terminás en un arenal. En el medio atravesás diferentes ambientes, sintiendo lo que implica cada uno de ellos para la fauna y la flora”.  

Estos seis ecosistemas diferentes están interconectados en esta región, cada cual con su biodiversidad, pero permitiendo un flujo entre ellos. Buena parte de la magia y la importancia de Rincón del Río radica en esa coexistencia, que se presenta al visitante a veces de forma inesperada. “Estás caminando en una pradera con rocas y a los cien metros te topás con esta suerte de islas subtropicales, algo muy raro”, dice Brazeiro.

“Entrar en ese lugar genera una sensación bastante difícil de explicar. Es un ambiente para el que no estás preparado si no estuviste allí antes.  Es nuestra marca país de arena movediza”, bromea la bióloga Alexandra Cravino. “Entrás ahí y no entendés nada, parece que estuvieras en otro país”, agrega Cravino, que usa también los adjetivos “deslumbrante” “sorprendente” y “atrapante” (en este caso literal y figuradamente), como descubrió al pisar con sus botas ese submundo de suelo tramposo.

Cuentos de la selva  

Hay una explicación para esta rareza en un clima como el nuestro, por supuesto. Los bosques pantanosos son depresiones en el terreno en las que el agua se escurre y tiende a quedarse. A medida que ganan biomasa, con la acumulación de cientos de años de materia orgánica, se forma allí una especie de isla. 

Se generan entonces parches cerrados con vegetación densa, no a causa del clima de la región sino por una peculiaridad del paisaje. Estas “cápsulas” selváticas alojan una gran diversidad de fauna y flora, como quedó en evidencia al comienzo de este artículo. Los visitantes deben entrar con botas (altas, en lo posible) e ir cruzando el terreno blando e inundado en el medio de una explosión de verdor. Los animales no tienen la misma dificultad, a juzgar por la ligereza con la que parecen moverse cuando son captados por las cámaras trampa.

Los bosques pantanosos son tan cerrados y con suelos tan complicados que impiden el acceso al mamífero exótico más persistente del Uruguay: la vaca. Tan es así, que ni una sola de las cámaras trampa colocadas por los investigadores registró su presencia, lo que demuestra cuán prístino se mantiene este ecosistema en Rincón del Río. 

El tamaño de dos de estos bosques en el área no es nada desdeñable: un total de 22 hectáreas en las que los investigadores se toparon con una gran cantidad de especies. A las ya mencionadas -y otras que aparecían puntualmente, como hurones, lobitos de río o el curioso mano pelada - hay que sumar la esperanza de encontrar un simpático y muy raro habitante de nuestras tierras: el ratón o rata de hocico ferrugíneo (Wilfredomys oenax). 

Cravino tiene una inclinación especial por este roedor de aspecto de dibujito animado (totalmente comprensible si uno ve el potencial “enternecedor” y carismático de este personaje, con su hocico cobrizo y sus ojos grandes), al que define como “el Ratatouille de la vida real”.

Está considerado “en peligro” por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y es muy elusivo, pero Cravino y equipo lo encontraron en ambientes similares no muy lejos de Rincón del Río. Creen que el bueno de Wilfredomys tiene que estar escondido en estos bosques pantanosos y que seguramente no sea el único animal raro que ronda discretamente por allí. “De a poco vamos a ir descubriendo toda esa biodiversidad”, dice esperanzado Horacio Giordano. 

Aves del paraíso o paraíso de las aves

La presencia de bosques pantanosos y la coexistencia e interconexión de varios ecosistemas no son las únicas características notables de Rincón del Río. Asociada a esta última, hay otra peculiaridad que los investigadores notaron en sus periplos por la región.

“Es un lugar espectacular para observadores de aves”, cuenta Alejandro Brazeiro. Potencialmente, casi el 60% de las aves continentales  registradas en Uruguay pueden encontrarse en esas 430 hectáreas. El relevamiento que hicieron es muy significativo. Hallaron 157 especies, casi un 40% de la totalidad de aves del país. Entre ellas, 13 prioritarias para la conservación.

Rincón del Río es muy rica en todo tipo de especies, ya que los biólogos registraron también 17 especies nativas de mamíferos (aunque se estima la presencia potencial de 44) y 73 de leñosas. Pero es la abundancia de aves lo que salta a la vista. Parece un milagro que en un puntito del corazón del país haya tal variedad, pero los biólogos no son dados a adjudicar características divinas a sus observaciones.

“Eso se debe a la gran variedad de ambientes de la zona”, dice Brazeiro. Uno puede encontrarse con grandes bandadas de biguás elevándose al cielo sobre el lago del Rincón del Bonete o con la elegancia y belleza de cuento de hadas de los cisnes coscoroba. Pero a muy poca distancia se hallan aves de ambientes muy distintos: ñandúes en las praderas, urracas en los bosques fluviales del río Negro, cardenales, zorzales y calandrias en los bosques de parque, entre tantos otros.

Y hay especies mucho más raras que esas, visitantes que recorrieron miles de kilómetros para llegar hasta allí. Por ejemplo, el espía que vino del frío: el batitú (Bartramia longicauda), que migra desde Alaska en primavera y regresa al norte al final del verano. Con sus patas largas en las que parece haberse puesto un par de medias amarillas, este chorlito se deja ver cada tanto en Rincón del Río, posándose en el suelo y caminando con delicadeza, como quien no quiere despertar a un vecino.

Otra visita inusual en esta región es la de la gaviota de cabeza o capucho gris (Chroicocephalus cirrocephalus) que se aventura hasta el centro mismo del país dejando oír su voz áspera. Al igual que el batitú y elcoscoroba (Coscoroba coscoroba), es una especie prioritaria para el Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP), lo que vuelve particularmente importante a la región.  “Podemos verlo de esta manera: conservando esta área contribuís a apoyar la conservación de al menos el 40% de las aves en el país”, reflexiona Brazeiro. 

Una parada en el corredor

No solo las aves se ven beneficiadas por la conservación de Rincón del Río. Los bosques fluviales de la costa del río Negro constituyen un corredor trasnacional biológico de gran relevancia para las especies asociadas a bosques, que atraviesa todo el Uruguay y conecta con la fauna y flora de Brasil.

Lamentablemente, el río Negro sufrió muchas alteraciones por las represas en los últimos años. Los bosques fluviales han experimentado pérdida y fragmentación de hábitat por la formación del lago de la represa de Rincón del Bonete.

Sin embargo, estos bosques se mantienen en muy buen estado en la zona de Rincón del Río. “En la medida en que protegés y conservás ecosistemas asociados a los bosques y valles del río Negro, contribuís a mantener el hábitat en este corredor tan importante”, explica Alejandro Brazeiro. Hay entonces un interés especial, en pro de la salud de ese corredor biológico, en que continúe manteniéndose lo más conservado posible.

En la zona, además, hay pocas especies exóticas invasoras, la segunda causa de pérdida de biodiversidad a nivel mundial. Un buen ejemplo está en los ciervos: los investigadores hallaron muchos ejemplares de guazubirá (Mazama gouazoubira), especie nativa, pero ninguno de axis (Axis axis), especie exótica que se ha expandido por casi todo el territorio.  “El estado general de conservación es muy bueno”, señala el biólogo.

Aparte de los bosques pantanosos, hay allí otros ecosistemas poco frecuentes en Uruguay, como los arenales de agua dulce que son aprovechados por los cactus candelabro (Cereus uruguayanus), y también por los tucu-tucu (probablemente de la especie Ctenomys torquatus), roedores que dejan como evidencia los montoncitos de arena que forman al hacer su casa subterránea, desde la que emiten el sonido enigmático que les da su nombre. No se han dejado ver aún pero sí sentir. “Escuchábamos como tambores bajitos por todos lados, una sensación muy rara”, lo describe Alexandra Cravino.

Son estas características, como la riqueza potencial y registrada de especies, el buen estado de conservación, la presencia de ecosistemas raros o amenazados y los valores ecosistémicos que brindan, las que llevaron a la empresa a designar a Rincón del Río como Área de Alto Valor de Conservación. Pero, ¿qué significa esto exactamente?

Producir y conservar, esa es la cuestión

Rincón del Río ya se encontraba en muy buen estado de conservación gracias a que había sido designada por Montes del Plata como “área representativa”, en virtud de los ecosistemas típicos que se encuentran en ella.  Allí no se foresta ni hay actividad operativa, al igual que en las 85.000 hectáreas destinadas a áreas naturales en los predios de Montes del Plata. Aunque hay pastoreo de ganado, se monitorea cuidadosamente para evitar la erosión.

La designación de los “Bosques pantanosos y ecosistemas asociados de Rincón del Río” como Área de Alto Valor de Conservación, sin embargo, la lleva a otro nivel.  Implica la elaboración de un plan de manejo tras previa consulta a las autoridades, la academia, ONGs, la comunidad local y empresas forestales para que hagan llegar sus comentarios y aportes.

Este cambio de estatus implica un monitoreo más frecuente y un plan de manejo más estricto que deberá definir una serie de acciones. Entre ellas podrían estar, por ejemplo, la realización de cartelería informativa y de advertencia, alambrados para proteger algunas zonas del ganado, un relevamiento más asiduo a través de cámaras trampa y un mayor control sobre el ingreso de cazadores o pescadores al área (y sus perros, otro factor sensible para las especies nativas).

Aunque a veces suele establecerse una falsa oposición entre producción y conservación, como si fueran opciones excluyentes que nos condenan a elegir entre pobreza económica o medioambiental, Giordano sabe que la clave está en conjugar estos dos factores. Ese es el gran ejercicio a hacer, no solo en Montes del Plata sino en todo el Uruguay, y del que Rincón del Río es un ejemplo exitoso.

Cerca del 35% de las tierras de Montes del Plata se conservan como áreas naturales, sin forestación. “Hay cañadas que respetar, así como tajamares, panteones, pircas de piedra, árboles antiguos. Todos tenemos que aprender en esto de producir y conservar,”, cuenta Giordano. Ello implica lograr la conjunción armoniosa de conservación y producción en una misma área y un mismo tiempo, cada una con su lugar estratégico.

Como parte de la riqueza en biodiversidad del país, las Áreas de Alto Valor de Conservación conllevan también la responsabilidad de cuidarlas por el bien de todos y de las generaciones futuras, no solo por los intereses particulares. Es por ello que Montes del Plata la abre a investigadores, socializa su conocimiento con la facultad y, a través de ella, con toda la sociedad.

“Ya que el Sistema Nacional de Áreas Protegidas tiene sus limitaciones, es fundamental apostar  también a áreas privadas donde se invierta en conservar. Que de alguna forma tengan un marco de protección, de ordenamiento, para integrarse y complementar lo que ya tenemos”, explica Brazeiro.

Preservando esta área, el futuro no se cierra a ninguna posibilidad: la apertura de zonas para que el público recorra, las visitas de clubes de observadores de aves o la alternativa de que más investigadores realicen trabajos de campo son solo algunas de ellas. Si tienen suerte, podrán observar cómo el batoví, el cisne coscoroba y la gaviota de capucho gris ofician de embajadores, como hacen desde hace tantos años.
 

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